Soberanías marbellís

 
  
 
  Lo ocurrido en Marbella deja temblando a más de cuatro. La corrupción no es exclusiva de este grupo de listillas y listillos, está al alcance de muchos más, de casi todos, porque el sistema está abierto, dista mucho de la perfección, la soberanía municipal es la herramienta y la democracia el pretexto.
Sin el menor rubor ni atisbo de pudor alguno, aquella que se llenaba la boca poniendo a parir a Jesús Gil se ha ahora puesto las botas, lo de siempre, quítate tú que me pongo yo y a rey muerto, rey puesto. Ocurrió en Marbella y ocurre en otros muchos ayuntamientos de este país, allí donde por arte de la magia de las urnas cualquier impresentable puede acabar y acaba detentando una alcaldía. La soberanía municipal, tantas veces invocada, no es en realidad más que una patente de corso, un pretexto para evitar el más mínimo control, el manido recurso para ejecutar la mayoría de equipos de gobierno fraudulentos sus santas voluntades. En estos casos las oposiciones son meros convivados de piedra y cualquier mecanismo de potencial control para los desamanes municipales, no pasa del querría pero no es posible con solo invocar la dichosa soberanía municipal el impresentable del alcalde de turno.
En un montón de ayuntamientos de este país hay ejemplos abundantes de arbitrariedades más o menos pintorescas, de mayor o menor calado: alcaldes que han cobrado dietas por desplazarse apenas doscientos metros de su vivienda a la consistorial, hijos e hijas afiliados al régimen general de la Seguridad Social por cuenta del erario municipal como asesores del padre que los engendró, tremendas fortunas amasadas en tiempos record por esa especie de triunviratos que a menudo conforman con los alcaldes las concejalías de Urbanismo e Infraestructuras. Y todo ello es consustancial al cargo, la función ha creado el órgano y a esa partida de cretinos en la que solemos transformanos cuando se nos convoca a las urnas nos parece bien, tragamos y hasta no pocos aplauden. Después de todo, si en este país de rinconetes y cortadillos lo peor no fue Roldán sino todos los roldanes que hubieran hecho lo que él si hubieran podido, lo seguro es que hay más marbellas que una y más impresentables que como Marisol Yagüe e Isabel García Marcos hacen posible el milagro de robar a manos llenas y enriquecerse en cuatro días.

Hubo un tiempo en que en los ayuntamientos existía la llamada Comisión Permanente. Era un órgano en el que se adoptaban decisiones previas a los plenos, y en el que estaban proporcionalmente representados todos los grupos políticos existentes en la Corporación. A la oposición siquiera le cabía la opción de protestar y denunciar las intenciones del gobierno.
Cuando la Permanente Municipal desapareció para dar paso a la Comisión de Gobierno, la oposición dejó siquiera de estar representada, y la Comisión se convirtió en la antelasala de la oficialización plenaria de las conveniencias del alcalde y su grupo. Más recientemente, la llamada Ley de Grandes Ciudades no ha hecho sino conferir todavía más poder a quienes lo tienen. Es decir, más impunidad a los soberanos municipales.

No bastará con escudarse en que Marbella es un caso único porque no lo es. Ni en que es un ejemplo exagerado de hasta donde cuatro impresentables se han colado por los entresijos que siempre depara la legalidad. Hay más marbellas y es más que eso. Hay más de cuatro ahora mismo en este país a los que les tiembla el culo por si a continuación les toca a ellos. Hay que poner fin a este atajo de caudillos imbéciles y descerebrados que, en nombre de la soberanía municipal, exprimen y prostituyen el sistema con absoluta impunidad.
Esa es la lección principal que Marbella nos impone.

 
 
  
 
 
  
 
 
Abril de 2006