Mentiras y Medios

 
  
 
  Nadie como ellos consuman y perpetúan a diario esta especie de baile de necios. Nadie como ellos, los medios de comunicación, reflejan a piés juntillas la realidad como a los que mandan le gusta. Vivimos un día tras otro rodeados, invadidos, de mentiras elevadas a la categoría de verdades, de verdades ocultadas, silenciadas o, a lo sumo, contadas sólo en parte. Decía un slogan de una compañía de telefonía: "Lo importante es hablar". Cierto, los políticos lo hacen todos los días, lo importante es hablar diciendo sólo lo que a uno le conviene, sin decir lo que no interesa porque lo importante no es contar, hablar no tiene por qué ser sinónimo de decir, como oir no lo es de escuchar.
Se nos cuenta con absoluta y diaria certeza que la culpa de los muertos en las carreteras la tienen la velocidad, el alcóhol y las imprudencias, como si las carreteras de este país no estuvieran plagadas de trampas. Pero la DGT ventila anualmente miles y miles de euros en campañas que los medios de comunicación obvian que no sirven absolutamente para nada. Para nada que no sea para ingresar ellos. Y les están agradecidos, claro. Todos.
La reciente campaña antitabaco del gobierno español se cuenta como algo extremadamente necesario, imprescindible ya para la salud general de este país. Se nos vende el producto como el agente de la Benemérita te espetaba aquello de "voy a tener que sancionarle" o el maestro a la vieja usanza hacía doctrina de aquello de que "quien bien te quiere te hará llorar". Y se descarta la más mínima sospecha de que en los tiempos que corren nadie hace nada por nadie a cambio de nada. Cuando lo más serio sería decirnos que se hace porque no hay que joder a nadie con el maldito humo de nuestro cigarrillo. Y punto.
Incluso hay un puñado de o-ene-gés que huelen de mal que tiran para atrás. Pero son otra mentira en sí mismas (y obviaré aquello tan viejo como manido como que hasta la mafia fue una organización no gubernamental, luego una o-ene-gé). Son otra mentira en sí mismas porque asumen un rol que nos les corresponde. O que les corresponde antes a otros que a nadie. Dar de comer a los que se mueren de hambre y agua a los que se mueren de sed, medicinas a los leprosos y médicos a los que cuentan las plagas por docenas, es labor de estos gobiernos atiborrados de dinero. Y de mentiras. Las o-ene-gés son, en su gran mayoría, una especie de intermediarios de la caridad, el consuelo de la solidaridad en vez del derecho a la igualdad de los hombres y el progreso de los pobres. Las o-ene-gés son otra gran mentira.
Sin embargo, para mentira de nuestro tiempo, nuestros agradecidos estómagos y nuestros acomodados culos nada como el IPC.
No tiene parangón el desparpajo con el que año tras año se nos empobrece, no existe grosería despachada por el ministro de turno y los entendidos en la materia que se ventile con tanta frescura. Una simple operación de lógica dicta que es poco menos que imposible cuadrar una media como la que manejan los que dirigen el cotarro a partir de incrementos que solo de un día para otro se disparan escandalosamente. Y aún así tragamos.
Como es costumbre.
Como tenemos por costumbre y como nos tienen acostumbrados.
 
 
  
 
 
  
 
 
Febrero de 2006