O se ríen de nosotros o nos toman por imbéciles. La agenda diaria de buena parte de nuestros cargos públicos está dedicada a visitar obras, inaugurar jornadas o entregar diplomas. El conselleiro de Medio Ambiente, Agustín Hernández, visitó esta semana unas obras en Xinzo de Limia. Perdió la mañana en “presidir” la puesta en servicio de una especie de acera de 1 Km que en realidad era un arcén de cemento con desagües. La obrita costó 242 mil euros salidos de las venas de los trabajadores y parados que malviven gracias a su gestión de la crisis. Después supervisó otras dos obras que, en algún caso, había visto ya en 4 ocasiones.

Unos días antes, el número dos de Feijóo, Alfonso Rueda, visitó el solar en el que se va a construir el parque comarcal de bomberos. Un proyecto que se llevará por delante el 30% de la capacidad inversora del ayuntamiento de O Carballiño, tal y como reconoció el propio alcalde sin sonrojo ni orgullo. El conselleiro, el presidente de la Diputación y el delegado de la Xunta perdieron medio día en un acto electoralista injustificable.

El delegado de la Xunta en Ourense se pasa la vida entregando diplomas y asistiendo a ferias, congresos y cursos. A los periodistas solo nos interesa de él cómo le va en su imputación por graves delitos en la gestión de fondos de la UE. Lo último que ha hecho es visitar las piscinas de Monterrei para comprobar que están dispuestas para abrir al público este fin de semana. No sabemos si también se bañó para verificar la temperatura del agua.

La agenda de muchos políticos es así cada mes, cada semana, cada día. Da la impresión de que su único objetivo es hacer propaganda para repetir en el cargo. Y sí, nos toman por idiotas. Y lo más grave es que a lo mejor tienen buenas razones para creerlo.