Resuelta ya la primera parte de la contienda electoral y repartidas las cartas, se abre una nueva sesión del juego electoral. Ya se han lanzado faroles, guiños, … pero nada se sabrá al menos hasta este jueves, día en que la asamblea local del BNG le dirá a Isabel Pérez lo que tiene que hacer. Las otras dos fuerzas políticas –DO y PPdG- deben contentarse con su papel de animadoras, chinchando al BNG con la amenaza de su fagocitación.

A la DO le llevará algo de tiempo conocer el terreno en el que se ha metido. Tiempo tendrán también para ajustar sus excéntricas promesas a la realidad cotidiana de la Corporación Local. Cuanto más alta haya sido la expectativa creada por Jácome más atención atraerá y más elevado será el riesgo de defraudar. La enorme volatilidad de sus votos –gran parte prestados por históricos cabreados del PPdG- y su procedencia mayoritaria derecha al voto de castigo, son campo abonado para el populismo y el cortoplacismo.

El BNG, en plena crisis de identidad –llegó a sugerir la posibilidad de un acuerdo con el PPdG-, deberá elegir entre el rol de poder (coches oficiales, despachos, personal funcionario y eventual a su servicio, relaciones institucionales, fotos, …) y los sinsabores de la oposición. Su decisión estará condicionada en gran medida por el largo proceso de elaboración del nuevo PXOM, donde todos –gobierno y oposición- intentarán rentabilizar al máximo la avalancha de operaciones especulativas y de presiones del sector del ladrillo.

El PPdG seguirá conversando consigo mismo para autoconvencerse de que han ganado las elecciones. Algo parecido a lo que hicieron los alemanes durante la II Guerra Mundial cuando empezaron a replegarse: retrocedemos victoriosamente, decía la propaganda nazi. Necesitan esa catarsis para una purificación ante la contundente derrota electoral y frente al remate de ninguneo hecho público por el jefe de su propio partido. La metedura de pata con su denuncia errónea sobre los bancos no deja dudas de que tardarán bastante tiempo en recuperarse. Su grupo municipal está marcado por la inexperiencia, la mediocridad de la lista en términos de promedio y la falta de apoyo, tanto de un sector del partido como del institucional de la Xunta. Y, si no cambian las pilas, su labor de oposición corre el riesgo de verse relegada a un segundo plano si Jácome se muestra coherente con todo lo que dijo en campaña respecto a la fiscalización.

En cualquier caso, los resultados electorales y la lapidaria frase de Baltar Jr –“la ciudad no era nuestro objetivo prioritario”- no han hecho más que dar un empujón a ese ya largo proceso de división en el PPdG provincial. Ahora queda por ver hasta qué punto esa brecha interna terminará afectando o no al proceso de constitución de la Diputación y a esa intención de legado de la vicepresidencia primera del ente a favor del hijo de Baltar.

Y Paco Rodríguez no tiene más que negociar con otro BNG distinto del de hace cuatro años. No podrá aplicar la simple aritmética a su potencial socio (mitad de concejales, luego mitad del poder local que tenían antes). Además, la bandera de austeridad agitada por el PPdG puede aconsejar reducir concejalías y cargos eventuales. Deberá, por el contrario, buscarle sitio a los nuevos y confusos intereses del BNG: quieren estar en el gobierno local de forma que sólo ellos rentabilicen lo que hacen.

Deberá además el alcaldable poner a prueba sus dotes psicoanalíticas para convencer a sus futuros socios de que su derrota electoral no está tanto en lo que han hecho y no han rentabilizado  -han tenido 4 años y una campaña electoral- como en lo que no han hecho en áreas tan importantes como el turismo o el comercio. También deberá hacer terapias de recuperación de memoria con ellos para que comprendan que el ciudadano rechaza la frivolidad del estilo Quintana (factura pendiente), las alcaldías con espectáculos de bicefalia extrema, las corruptelas como la del caso de los paneles y las divisiones internas.

El escenario del gobierno local también será distinto. La anulación del PXOM ha abierto una gran vía de agua en la Casa Consistorial. Todavía no sabemos cómo se verán afectadas las arcas municipales por los efectos en el IBI o por eventuales indemnizaciones a particulares. Luego, hay que diseñar un nuevo modelo de ciudad en un contexto socioeconómico hostil, muy diferente al paraíso especulativo de 2003.

Ya no habrá Plan E. Serán inexcusables más recortes. La táctica de forzar al máximo la máquina recaudatoria con embargos continuos –el último se ejecutó el día 10, el mismo día que el INEM abona en cuenta bancaria las prestaciones de desempleo a miles de parados, una tan lamentable como extraña causalidad-  tiene un límite. Además, poco mérito de gestión pueden atribuirse al uso de un arma privilegiada como el embargo de cuentas bancarias.  Su equipo de gobierno deberá esforzarse en controlar el despilfarro –bonsais, costes laborales improductivos, indemnizaciones judiciales por desmanes jurídicos, reformados de obras nada más inaugurarse, …- y defender la cada vez más débil estructura económica local, sin prebendas ni privilegios para los grandes grupos de distribución comercial.

Pero la carrera electoral nos ha dejado otras secuelas. Todos –Xunta y ayuntamientos- han aplazado sus medidas anticrisis –básicamente tijerazos, la especialidad de los gestores mediocres- para no perder votantes. Así que, doblada la esquina, debemos subir la cuesta. Núñez Feijoo tendrá que cumplir su compromiso de reducción de déficit con la ministra Salgado y recortar más gasto, aunque tendrá que usar menos la cantinela de que toda la culpa es de Zapatero y, simultáneamente, demostrar lo que dice, que hace “más con menos” o callarse.  

Así las cosas, queda dibujado un nuevo escenario de gobierno local en el que la continuidad es imposible. Paco Rodríguez no lo tendrá tan fácil como en el primer mandato y muchos menos si no es posible esa coalición de gobierno con el BNG. Y aunque se acuerde la cohabitación, la convivencia no será tan fácil.