de donde jamás se atrevieron los mismísimos Fraga y Del Álamo.
Con la misma vergüenza y el mismo pudor que, más recientemente, cuestiona el proceder del presidente de la Xunta en materia del voto del emigrante, y con la misma vergüenza y pudor que le pide al alcalde de Avión que no engañe a los vecinos con los centros de día y de noche y el comedor social que no podrá poner todavía en marcha porque no tiene todos los papeles.
Es decir, sin ninguna vergüenza y sin ningún pudor. Como en política, a lo que se ve, siguen mandando los cánones.
En Allariz, un paisano comentaba estos días: Dios é O Quin .
No se si será cierto, ni tampoco si este Quintana es aquel Quin, o si aquel Quin fue siempre, en realidad, este Quintana. En realidad qué mas dá, de poco importa ya ahora que Quintana y O Quin se creen dios.
Otro político ourensano, Pachi Vázquez, especulaba un día con la necesidad de, llegado el momento, utilizar los métodos del Partido Popular para "empezar a cambiar esto", decía el socialista.
Vázquez se revelaba contra un actitud sostenida por la izquierda durante años en esta provincia, tan reicidente en el mensaje como orgullosa de la limpieza de sus métodos, pero tan ineficaz como acostumbrada a perder todos y cualquier compromiso electoral. Limpia sí, y orgullosa de ello, pero tan ineficaz como inútil y estéril.
Sin embargo, el socialista se mostraba muy prudente con el empleo de los métodos en cuestión y, sin alardear nunca de las prácticas, daba a entender que era preciso hacer uso de ellos sólo lo justo y necesario para llevar a cabo la "revolución", sin que, jamás, el fin justificara los medios es decir, los métodos. Al contrario.
A lo que se ve, Quintana se sitúa en las antípodas de aquello con lo que especulaba el socialista Vázquez aunque pueda parecer lo contrario.
Hay un hecho, una actitud, un planteamiento que ya ha situado al nacionalista a 180 grados de la dirección correcta de la "revolución de los métodos" necesaria: que Quintana disfruta, le gusta, se siente bien con el chocolate y las chocolatadas, la sangría y la bica, el baile, algún "obradoiro" para disimular... Esa es la diferencia.
Tuvo que ser que un día en el interior de Quintana apareció O Quin con aquello de Qué hay de lo mío, y Quintana le respondió tal que así:
- Tranquilo, rapaz, tí serás dios |
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