Difícilmente de este tipo de exámenes se sale como se entra. Es como si en estos tiempos en que todo espacio televisivo que se precie tiene su máquina de la verdad, a Enrique Novoa lo sometieran también al polígrafo, el polygrafo. Ciertamente su Poly de pila da para mucho, igual para el Monopoly que para el Polygrafo.
Juegos de palabras a un lado, el test al que se someterá al candidato del Partido Popular es tan claro como concluyente: saber si utilizó los cargos públicos, sus competencias en el Concello, para beneficiar a muy determinadas empresas. Empresas relacionadas con el negocio del ladrillo y el cemento en las que, al menos, él tiene o tuvo participación. Luego saber si utilizó los cargos que ocupó en su propio beneficio.
Primera gran conclusión: es su caso, su historia, sus negocios, sus presuntos beneficios para sus empresas lo que está en tela de juicio. Aquí nadie habla del PP, ni del grupo de gobierno del Concello de Ourense, ni de su predecesor, es Poly contra los indicios. Es de lo que se trata, de disiparlos o dejar que infecten al Poly Novoa.
Luego llegará lo demás, y si la tragedia de Enrique Novoa se consumara, puede que quedara el alcalde pero no el candidato.
Aunque se hable y se hablará de cargos en su beneficio en vez de cargo, es obvio que estamos hablando del área de Urbanismo de la que el candidato del PP, ahora alcalde, fue titular durante algún tiempo. Si las empresas fueran de jardinería, podríamos estar hablando de sus competencias también en Medio Ambiente, que las tuvo también hasta hace poco. Pero no es el caso.
También es obvio que a estas alturas el ciudadano no puede escandalizarse porque el político sea un empresario al que sus negocios le van bien. Incluso mejor desde que es político. Enrique Novoa tenía negocios antes de llegar a la política, no era un asalariado sino el jefe y promotor de sus propias empresas. También es cierto que siendo político da la sensación de que las empresas crecieron tanto en número como en volumen de trabajo y, habrá que suponer, de facturación. Pero ha habido prosperidades mucho más sospechosas y ha colado , como la de aquella señora de Lalín que se hizo empresaria cuando se jubiló y su hijo llegó a conselleiro.
Si PSOE y BNG plantean el asunto con el debido respeto, de lo que no hay por qué dudar, a ambos les basta con poner la situación sobre la mesa y que sea el propio Enrique Novoa el que disipe las dudas.
En política, y sobre todo en estos tiempos, es al contrario de lo que para los demás, la presunción de inocencia no asiste a los políticos cuando surge la más mínima duda, y ellos no pueden reprocharle a la ciudadanía que ocurra así cuando las marbellas y los gondomares son obra de su miserable forma de extorsionar el Sistema. El candidato del PP tiene que afrontar esto. Y tiene que saberlo y lo asume, porque ya afrontó que tenía que darse el escenario y convocó el pleno que pedían el PSOE al margen de que los socialistas no tuvieran el número de ediles para forzarlo y sin esperar a ver qué decía el BNG.
Afrontar esto y afrontar que las situación y el momento (el espacio es el mismo, el Concello, pero el tiempo no, vísperas de elecciones) cambian con respecto a cuando su predecesor, Manuel Cabezas, se enfrentó al polígrafo de su florecimiento y el de sus empresas durante su mandato como alcalde.
Cabezas no convenció entonces siquiera a muchos de los suyos que durante su discurso asentían con la cabeza mecánicamente. Cabezas evitó los datos, la transparencia, la más mínima prueba, no disipó siquiera la duda de que seguía hablando para escucharse él mismo.
Algo así es ahora lo peor que le puede ocurrir a Enrique Novoa. Cabezas tenía entonces la mayoría de gobierno y ya demasiado poco pudor para pensar más allá de aquel pleno. En cambio el candidato del PP tiene ahora que explicárselo y convencer al electorado, a esos que el 27 de mayo puede que le voten.
|
|
|