Los alcaldes de los concellos más pequeños de la provincia son los que más le cuestan a sus vecinos
 
 
Los que más ganan no son los más caros, los más caros son los más pequeños. Casi una tercera parte no supera los 2.000 habitantes, y los 16 primeros no rebasan los 1.500 vecinos
 
   
 

8 de Octubre de 2018: OURENSE DIXITAL

Los alcaldes y alcaldesas que más cobran en esta provincia no son, necesariamente, los que se pueden considerar los más caros para los vecinos de los concellos que gobiernan. Si el ránking de los que más cobran lo determina el valor absoluto del total de sus percepciones, su mayor o menor carestía es siempre un valor relativo que resulta de la comparativa que se establezca. En esto caso, cuando se habla de más caros ha de tomarse como referencia el padrón de habitantes vigente. Luego los resultados establecen cuánto le cuesta a uno a sus vecinos.

De este modo, el alcalde de Xunqueira de Espadanedo, el popular Carlos Gómez Blanco, pasa a ser el más caro de la provincia: cobra al año 39.032 euros por dirigir a un concello de 756 habitantes. Lo que supone que su salario le sale a cada vecino por 51 euros con 63 céntimos. Lo que equivale a 206 euros al año que le costaría a un matrimonio con dos hijos. Posiblemente más de lo que esa familia ha de pagar por el IBI (la contribución) de su vivienda o por sus vehículos, aún en caso de tener el matrimonio un par de automóviles. Es la aplicación que se puede hacer al resto de los casos.

La ordenación resultante de dividir el total del salario del alcalde por el número de habitantes, supone considerables cambios con respecto a la que resulta de cuantificar el total salarial, como se puede apreciar. Ahora ya no encabezan los que más ganan, sino lo que más ganan en comparación con el total de vecinos a los que han de gobernar. De este modo, a Xunqueira de Espadanedo le sigue Castrelo de Miño, cuyo alcalde gana casi 1.000 euros más que el de Xunqueira, pero gobierna a casi el doble de vecinos. Por contra, el alcalde que dispone de más salario, Jesús Vázquez Abad (64.431,50 euros/año), cae al puesto 77 del ranking porque gobierna un concello (el de la capital) que es 140 veces mayor que Xunqueira de Espadanedo.

De este modo, resulta que los más caros son los más pequeños: los 16 primeros son concellos que no superan nunca los 1.500 habitantes; hasta Nogueira de Ramuín, que ocupa el puesto 30, no hay concello que alcance o rebase los 2.000 habitantes; y el primero que rebasa los 5.000 habitantes aparece en el puesto 47, Allariz, con 6.026 habitantes. Celanova, O Carballiño y O Barco de Valdeorras (además de Ourense-capital, ya mencionado) están todavía por debajo pese a que sus alcaldes cobran más que cualquiera de los que están por encima.

 
 
 
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  Carlos Gómez Blanco  
     
     
   
  LA ERÓTICA DE LA PASTA  
  Pepe D.  
 

De la erótica del poder estamos pasando a la erótica del dinero. Pronto ya no quedará un tonto que se trague que en política se está para servir al pueblo. Ni que la política le cuesta dinero a uno, como aún no hace mucho se le escuchaba decir a algún alcalde. Eso pudo haber sido cierto hace mucho tiempo, ahora ya no.
La explicación es tan simple como evidente a poco que uno repare en quiénes son y a qué están estos sujetos y sujetas: ¿cómo van a perder dinero estando en política si no tienen nada mejor qué hacer? La política, tal o cual concello por muy pequeño y económicamente limitado que sea, es para ellos, incluso, un chollo. En cambio, cuando aparecen en las listas de tal o cual partido, nadie les pregunta cuánto nos van a costar. 
No solemos afrontar cualquier reparación doméstica, llevar el coche al taller o poner nuestra boca en manos del dentista sin, al menos, querer saber cuánto nos va a costar. En cambio dejamos a cualquiera llegar a nuestro concello e, incluso y aún peor, que cualquiera pueda hacerlo. No estaría demás exigir que la transparencia empiece al principio, y que, por ejemplo, los partidos nos indiquen las tarifas de cada uno de sus candidatos cuando lleguen a tocar el cielo. Ya que es obvio que muchos de ellos son menos de fiar que el fontanero, el mecánico y ese dentista.
En realidad ya no son nada de fiar.