De la nada al Prestige

Atravesamos siglos de historia, ocasos de gaviotas y de embalses que sumergieron patrias, hombres, cenizas y los amaneceres de mundos con razas centenarias. Atravesamos guerras de color e islas, dólmenes, latidos, cines al aire y playas con pecios de barcos clandestinos. Atravesamos los muros de ciudades milenarias, libros de Blanco Amor y Manoel Antonio, pazos con musgo en las paredes, cruceiros que conducían a lo oscuro, migraciones que barrieron las fronteras de la patria a través de los océanos más tristes. Atravesamos solos los infiernos turbios de todas las soledades sin que Virgilio guiara nuestro viaje igual que por las páginas de un libro escrito en copto. Atravesamos los dados invisibles de Dios o Mallarmé que quizá abolieron esa mágica urdimbre llamada azar. Atravesamos las redes lanzadas al fondo de una noche celinesca para extraer miseria y hambre y a veces la perla endiablada de la ira. Atravesamos las plazas no descritas, la sutil cartografía de los corazones, la rabia en los ojos, las procesiones de la Santa Compaña, las torres de castillos arruinados, batallas contra nosotros mismos, las tascas donde el vino confortó nuestra angustia, catedrales soñadas en la piedra. Atravesamos mañanas de lluvia y nieblas heridas hasta llegar a los cementerios donde aguardaban los esqueletos de los alcatraces con peces muertos en las órbitas de los ojos, transformados para siempre en fantasmas que recuerdan que los demonios pueden ensuciar el mar de nuestra infancia y escribir en las aguas la palabra muerte, igual que a los judíos les marcaban una estrella en el pecho los asesinos. Merecíamos más de lo que ahora tenemos en las manos, merecíamos otra cosa. Por todos los laberintos que recorrimos incansables sin nadie que orientara el tránsito difícil, por todo lo que fuimos a veces sin querer serlo, por tanto tiempo viviendo contra todo sin ninguna esperanza, por tanto tañer de campanas que tocaron a muerto, a incendio, a la batalla, por tanto silencio como acumulamos en más de una noche de insomnio feroz, merecíamos otra cosa. Tal vez ser un poco felices. Porque atravesamos tanto túnel sombrío, tanta desesperanza, tanto hastío, tantas promesas incumplidas, porque atravesamos un mundo al tiempo que atravesábamos nuestro corazón, no nos merecíamos esto. Pero ha sucedido, ha sido así, inaceptablemente así. De nuevo. Otra vez, como siempre. No lo merecíamos. Porque un día remoto salimos de la nada no nos merecíamos llegar hasta el Prestige , arca abandonada y turbia, arca de ninguna alianza como no sea la alianza sacrílega de quienes comercian con nuestra historia en nuestro nombre, malditos sean. Tantos desiertos atravesados en busca del oasis que los falsos profetas anunciaban y hemos llegado aquí, a la orilla de un inmundo mar de chapapote.

   
JANO, 2004