Cuando el monstruo tenga hambre
 
Por GRINGO VIEJO
25 de OCTUBRE de 2010: OURENSE DIXITAL

Por mucho que el conselleiro lo explique y lo pinte a su manera, pocas medidas con forma o formato de Ley me parecen tan claramente recaudatorias como la Lei de Augas de Galicia. Que además llega cuando llega, ahora, en plena crisis.
Y que se vende y se pinta como lo hace el conselleiro, para hacer más por vosotros, hijos míos...

En cualquier caso confieso que me intriga, casi me apasiona, saber como se acabará llevando a la realidad: dónde se pondrán los contadores y cómo, en casa del vecino o a la entrada del pueblo; cómo el alcalde de tal o cual concello le explicará a ese par de ancianos que quedan en las decenas de remotas aldeas de nuestra provincia, que ahora le van a cobrar por el agua de la traída que llega desde el tanque que hicieron con su esfuerzo ellos mismos y otros que ya han muerto; cómo le explicará que ese agua que sale de su pozo también le costará dinero; y cómo que habrá que pagar por el saneamiento del que el paisano no conoce más que el pozo de mierda o fosa séptica que está como está porque hace ya mucho que las fuerzas no le dan para limpiarlo...
En Galicia se mató por la tierra y por el agua. Menos mal que ahora tampoco quedan fuerzas para eso. Facilitará la aplicación del impuesto.

En una serie televisiva que pasan estos días, un ambicioso cardenal que pretende llegar a Papa logra que el rey le permita financiar su carrera al Vaticano a costa del pueblo, y que cree un impuesto para recaudar no recuerdo cuantos millones de ducados.
Lo hace sin el menor rubor, con la autoridad de entonces a su caprichosa disposición, requisando los agentes de la ley cuanta cosecha, marranos, terneros y gallinas encuentran a su paso y sumiendo todavía más al pueblo en el hambre.
El cardenal le explicó al “rey de las españas” que un Papa en Roma le vendría bien, sobre todo a él. Y el rey también cree que sería bueno incluso para el pueblo.
El conselleiro “sinalou que é de rigor recoñecer a estas persoas o esforzo realizado por autoxestionarse”, dice Hernández al referirse a esas pobres gentes que se buscaron el agua donde pudieron, como pudieron la metieron en sus casas, y como pueden se deshacen de sus vertidos.

Creo que sobra el ejemplo para expresar la sensación que me produce esta ley, la Lei de Augas.
Hay muchos extremos todavía por conocer. Quizá esos rebeldes, insolidarios alcaldes de estos pocos concellos de Galicia que se atrevieron a protestar semejante medida parida por el departamento de Hernández los conozcan, pero yo no. Al menos con la suficiente certeza y claridad como para hablar de ellos.
Sólo puedo expresar sensaciones. Y la que la Lei de Augas me produce es desoladora por ancestral, preocupante por retrógrada, rebelde por injusta. Es la percepción de una administración asfixiada por sus gastos, incapaz de hallar otra forma de subsistir que asfixiar más a sus gobernados. El aviso de que cuando el monstruo empiece a tener a hambre se comerá a sus hijos.

 
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