Esto empieza a animarse aunque parece que todos los partidos quieren emular la épica y agónica etapa del bipartito autonómico. El llamado a ser líder de los socialistas gallegos, Pachi Vázquez, ha dado muestras de estar a la deriva al vincular, de una forma un tanto frívola, al presidente Núñez con el narcotráfico.

No sé si fue eficaz la estrategia de la tinta del calamar para defenderse de una cafrada urbanística con escaqueo fiscal añadido. Puedo ser comprensiva con el intento de eludir la presión fiscal por parte de uno de los cada vez más numerosos protagonistas de ese drama diario que es la condena al paro de larga duración. Pero no en Pachi Vázquez, médico, concejal, alcalde, conselleiro, diputado, … Al final le ha salido más caro, a él y a su partido.

Pero lo que al parecer ha hecho Pachi Vázquez es, no ya una costumbre, sino un hábito sólidamente implantado en nuestra tierra, sobre todo en el rural, utilizado por los caciques locales para engordar su estructura clientelar y captar voto no cualificado, ése que se vende por una farola. Eso sin contar con los galpones transformados en ostentosos chalets después de dejar transcurrir los cuatro años desde la colocación del tejado. Y fue este típico paisaje el que indujo a error involuntario a un periodista de El País, invitado hace años a un viaje en catamarán por el Patronato Provincial de Turismo. Concluía este testigo de excepción que el paisaje evidenciaba la pobreza de la provincia por la cantidad de edificaciones sin terminar.

Quiero creer que el alcalde de San Amaro, Ernesto Pérez, no es tonto y que lo que pretende hacer –inspección fiscal con entrada en domicilio, posterior liquidación impositiva por el valor real de las obras y solicitud de legalización en su caso- lo ha hecho o lo va hacer en todos los casos de su municipio en los que existen indicios de ese tipo de fraude. De lo contrario, estaría caminando muy cerca de la gruesa línea roja de la prevaricación. Y digo gruesa porque es un tipo de delito que personalmente creía en vías de extinción.  

El sector financiero sigue con sus trolas envueltas en papel semántico. Se estrenó esta semana la expresión de crear un banco malo por parte de Caja Madrid y Bancaja. Suena bastante mal teniendo en cuenta cómo son los bancos buenos. Con ese lenguaje estructurado siguen los políticos metiendo las narices en Novacaixagalicia, lapidándose unos a otros mientras ondean la bandera del localismo. Saben pero obvian en sus posicionamientos que el plan de viabilidad –por el que recibió la ayuda de 1.162 millones del FROB- incluía la venta de las 235 oficinas de Caixa Galicia fuera de la Comunidad, incluida su plantilla y su negocio (para borrar de la sede gallega los activos tóxicos). Esa entidad se tiró el farol de que tenía un comprador para así mejorar su posición negociadora ante la fusión. Se hablaba de obtener 12.000 millones de euros a través de desinversiones en oficinas exteriores y cartera industrial. Con esas condiciones, el informe de KPMG consideraba viable la operación. En el fondo, la suma (aunque sea por fusión) de errores da otro error mucho más grande que, como se ve, no se puede corregir. Y la capitalización –que Núñez prometió apoyar- no es más que una artimaña para esconder la deuda que no aparece en los balances. Otra trola más.

Mientras, el PPdG sigue preparando su ERE para la Casa Consistorial de la capital. El ambiente se ha hecho más tenso porque a la difusión por Faro de Ourense de una encuesta anónima -atribuida al staff del PP gallego y que daba a los populares sólo 10 concejales- le han seguido las voces de quienes se suman a un reiterativo debate: Baltar quita votos en la ciudad. Así que la grieta en el PP, provocada por y para Baltar Jr. empieza a necesitar una buena y rápida inyección de cemento. Fuera pero cerca de esa liorta parece estar el leal Manuel Carnero, presidente de la Federación Vecinal Limiar, dispuesto a echar una mano y muy activo esta semana en su cruzada contra el gobierno local. Mientras, sus colegas en la vanguardia política, siguen promoviendo paralizaciones: esta semana le ha tocado a la Plaza de Abastos y hasta han anunciado que recurrirán los presupuestos municipales.

Al alcalde de Xinzo, Antonio Pérez, le han debido pasar los efectos de la hipnosis a que le sometió el clan Baltar y ya ha claudicado con el tema de la incineradora en A Limia. Un poco más allá por la A-52, otra víctima más del ajuste de cuentas dentro del PP: el alcalde de A Mezquita, Francisco José Montesinos. Comoquiera que éste presidía la junta local del PP y cesarlo era complicado, nada mejor que disolver la junta local. Se puede criticar a Baltar por muchas cosas pero hay que reconocer su pragmatismo cuando de segar se trata. 

Puede ser un espejismo pero empieza a surgir la imagen de un BNG casi recuperado de las tonterías de sus antiguos líderes en la capital y del fiasco autonómico. La incineradora les ha proporcionado un buen caldo de cultivo para su especialidad apostolar: el ecologismo. Y sus primeros discursos se centran en el paro lo que los diferencia de quienes se empeñan en paralizar o retrasar las actuaciones del gobierno local.

Sin embargo, el numerito del bonsái italiano de 12.000 euros puede hacer traiga brotes de las ronchas de despilfarro que le salieron en su día a Touriño. Es un gasto improductivo, materializado fuera de Galicia -¿no hay artistas ourensanos con visión estética?- y hecho público la misma semana que Cáritas ha dicho que no puede más en su lucha contra la pobreza. Así que me asalta la duda: ¿fue una traición del ego del concejal Demetrio Espinosa deseoso de llamar la atención y dejar una impronta fotográfica? O ¿la parte creativa del cerebro de los políticos se ve especialmente afectada por las bajas temperaturas?

La anécdota de la detención de una limpiadora por la Policía Nacional cuando trabajaba en un edificio de la Universidad no contribuye a la confianza en las fuerzas de seguridad. Cierto que la seguridad ciudadana en términos político-estadísticos va muy bien, sólo se roban cajas fuertes y kilómetros de cobre sin ninguna lesión y ni siquiera un susto. Pero la actuación de esos centauros por un fallo en la alarma tiene un cierto tufillo de prepotencia. No entiendo tampoco cómo con motivo de una agresión, la víctima pide auxilio a la Policía Local y luego agentes de ese cuerpo acaban deteniendo al agredido. Esta semana, un policía, sindicalista de USO decía que “hemos dejado de ser una de las mejores Policías Locales de España”. No sé si se refería a las múltiples quejas de ciudadanos –servicio que lidera el ranking de reclamaciones- o a la reciente condena de un Policía Local por detención ilegal de un ciudadano por una infracción de tráfico. O sea, que si tengo un problema ya sé a quién no debo llamar. 

Me gustaría que la semana que viene, si sigue subiendo la temperatura con el asunto de Novacaixagalicia, podamos saber a cuánto ascienden los bonus de sus directivos con cargo al ejercicio que se acaba de cerrar. A ver si mi curiosidad resulta afortunada.