Casi 4.000 plantas de marihuana, exactamente 3.858, se ha incautado la Policía Nacional en un nave industrial del Polígono de San Cibrao, en el curso de la tercera fase de la Operación Mastín dirigida contra una red formada por ciudadanos chinos y españoles dedicados al cultivo y comercialización de esta sustancia. Cinco personas, todos ellos hombres, han sido detenidas en el curso de esta operación en la que se han practicado varios registros tanto en Madrid como en Ourense, según indican fuentes judiciales.

Esta actuación supone la tercera fase de dicha Operación, que completa ahora mismo 33 detenciones con las practicadas en los meses de julio y septiembre. Entonces, las averiguaciones policiales permitieron concretar la existencia de la nave industrial del Polígono de San Cibrao ahora intervenida, embrión del cultivo de las plantas para la red de distribución, ya que era aquí donde se cultivaba la maría que luego se ponía en el mercado de estupefacientes. La Policía indica al respecto que dicha nave disponía de "una compleja red de extractores de detección de la plantación".

Detalla la nota emitida al respecto, que la nave estaba a cargo de tres ciudadanos chinos. En su interior había varios habitáculos acondicionados como dormitorios y cocina, en la que se incautó una gran cantidad de comida. Desde uno de los dormitorios se ejercía la vigilancia de todo el perímetro nave, que estaba monitorizada en 4 cámaras. Como en otras instalaciones de este tipo, la nave disponía de un "sofisticado" circuito ilegal eléctrico, del que no se facilitan más datos, así como de una compleja red de extractores de aire y filtros de carbono para eliminar olores procedentes de la plantación. Como novedad, según apunta la Policía Nacional, en esta nave la explotación del cultivo se había compartimentado en zonas según el estado de desarrollo de las plantas aisladas entre sí. Con la instalación de cámaras térmicas y "potentes sistemas de refrigeración" se eliminaba en gran medida la sensación de calor que suelen acumular este tipo de explotaciones, lo que hizo mucho más difícil su detección a través de sensores y cámaras térmicas policiales.